Es innegable que la Universidad Michoacana está en crisis desde hace varios años. Y da tristeza comprender que no sólo es manifiesta en la podredumbre sindical y la vida burocrática (académica y administrativa), sino también en la pérdida de áreas verdes y espacios para la recreación al interior del campus.
Desde niño me gusta jugar en los jardines y andar en bicicleta por los pasillos; armar la cascarita de fucho y llevar a pasear al perro; caminar en días lluviosos y fumar un cigarrito antes del anochecer. Mi nostalgia hacia CU es también arraigamiento. Por eso me encabrona que estén construyendo edificios y estacionamientos por doquier. Sin importar invadir lugares reservados a la naturaleza. Desgraciada analogía con el crecimiento de la ciudad. Paulatina depauperación.
Suponemos que hay personas pensantes en ese lugar que muchos (ingenuos) consideran el núcleo de conocimiento científico y social, donde se genera y promueve un humanismo crítico y responsable para con la sociedad. Quizá sea mucho pedir que salgan, literalmente, de la inercia laboral y caminen por los espacios arrebatados en pro del (sub)desarrollo y la infraestructura. Es aberrante la fe que le guardan al progreso. Ideal de visión paraestatal que parece estar clonado mentalmente o impuesto “a huevo” como la taimada certificación, nuestra paráfrasis tercermundista de la universidad norteamericana.
Y ya que hablamos de pérdidas no mencionemos la autonomía universitaria (así, con minúscula). El viernes 4 de septiembre la secretaria de seguridad pública del estado acudió a una actividad académica en la facultad de filosofía. Escoltada por policías travestidos como civiles y ad hoc a los tiempos violentos que sufre la ciudad, tuvieron la grandiosa idea de realizar cateo corporal y revisión sorpresa de mochila a los estudiantes despistados que merodeaban los jardines de la institución. No es la primera vez en este año que entra la policía con goce de ejercicio al interior de la universidad. Hace algunos meses hubo otro agasaje encubierto por la misma razón: una luminaria pública en un foro académico. Recuerdo también que los puercos treparon a varios colegas aficionados al “pasto verde”, pero ese es otro boleto. La policía no debe pisar territorio universitario.
Ninguna paranoia justifica este tipo de violaciones. En aquella gran huelga de la UNAM con el Mosh y Cía. (¿alguien sabe qué pasó con ese nerdo?) el ejército entró cuando las autoridades y la clase política perdieron los estribos y, descerebrados, optaron por la vía hollywoodense: la castrense. En nuestra universidad basta el capricho de un burócrata mayor para que la policía organice una kermese con baile estudiantil incluido.
Aunque profesores y autoridades se hagan de la vista gorda, la comunidad estudiantil debería alzar la voz, con mayor razón si sus representantes en el consejo universitario son mediocres, timoratos o comprados. La vía diplomática no siempre funciona en instituciones enfermas. Habrá que tomar otras medidas, planear acciones alternativas. Desentenderse de la verborragia, aprendida en la academia, para “problematizar el mundo”: actuar. Deslindarse, también, del patetismo automarginal con que opera lastimera nuestra resistencia estudiantil: la mafiosa disidencia de las casas de estudiante.
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1 comment:
concuerdo contigo, yo tambien pienso que se viola la autonomia al permitir la entrada de estas "personas" (y lo pongo entre comillas porque es bien sabido la opinion de la poblacion al respecto y bueno la mia es aun MAS), pero no creas que es lo unico que pasa asi de fantastico, hay miles de historias que nos regala nuestra hermosa universidad... sale luego nos vemos, sigue bloggeando mas seguido, saludos !
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