Escribir, ahora, únicamente para que sepan que un día dejé de existir; que todo, encima y alrededor de mí, se tornó azul, inmensa comarca vacía para que emprenda vuelo el águila cuyas alas potentes, al aletear, repiten hasta el infinito los gestos que marcan el adiós al mundo.
Sí, únicamente para confirmar que yo dejé de existir el día en que el ave rapaz ocupó sin más compañía el espacio de mi vida y del libro, para reinar como dueño y señor y devorar lo que, una vez más, procuraba nacer en mí y que yo intentaba expresar.
Inútil es el libro cuando la palabra carece de esperanza.
Edmon Jabés
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