Wanabe-art

VIDEOMAN O EL ACTIVISMO QUE NO

Desmontada la exposición que albergó el MACAZ de julio a septiembre de este año, desmantelada la parafernalia en torno al montaje retrospectivo y olvidado en bostezos el despliegue mediático para promocionar dicha muestra, me parece necesario vindicar la duda frente al tipo de espectáculos que viene organizando la SECUM como parte de su oferta cooltural.

Apantallamiento estratégico
¿Cómo remilgar del cuasi-providencial provincianismo que nos achacan los moradores del centralismo cultural del país, si no exigimos el mínimo de congruencia creativa a las propuestas artísticas emergentes y, en cambio, las consumimos y celebramos acríticamente? Por qué refunfuñar al haber sido presas de un encubrimiento estratégico: arte por espectáculo. Víctimas de un apantallamiento literal. Monserga. Obnubilados por un ejercicio curatorial que resume las tácticas de pasarela con que se presenta la mayoría del arte contemporáneo (su grado fashionista), es difícil enfocar con claridad el traslape de la farsa.

Tímida apropiación del espacio público
Una aproximación al encubrimiento de Videoman puede partir de cuestionar la apropiación del espacio público por medio del performance, preguntando ¿qué hay más allá de la acción efímera que no esté mediado por el deseo de convertirse en registro-pieza de museo? Ya que la serie de videointervenciones proyectada en el museo (“Orgullo local”, “Aparición milagrosa”, “Compartiendo escenarios”, etc.) planteó una resignificación del espacio público carente de indagaciones histórico-identitarias, políticas y poéticas. Una resignificación ramplona donde lo más llamativo fue ver a un sujeto vestido de Max Steel bombardeando muros con caricaturas o videoartes(?) ocurrentes.
Al contrario del uso simbólico y resignificante que hace la videoartista Judith Barry (1949) al proyectar una serie testimonial de entrevistas con artistas excluidos del mainstream norteamericano, criticando la exclusividad del museo desde el museo; o Krzysztof Wodiczko (1943) quien denuncia la historia del poder nazi mediante proyecciones nocturnas sobre los monumentos y mausoleos de este régimen; Fernando Llanos parece conformarse con crear un concepto de superhéroe (¡Inspirado en los vendedores ambulantes del metro!, ¡Qué cool tu look!) con anhelos redentores a partir del visual in situ.

Soft-Art
Por tal empobrecimiento interpretativo del espacio público resulta risible y sospechoso leer en el texto curatorial de Sarah Minter que “los contenidos de sus acciones [son] cada vez más pesados [porque] van desde el mensaje ocurrente y desenfadado, al terrorísmo poético y la crítica social o política”. Demasiadas sogas al cuello, demasiada pompa wanabe para una apuesta al discurso contestatario acéfalo o meramente inexistente. ¿Acaso proyectar las cifras de pobreza en nuestro país, al interior de un centro comercial privado, no es un acción ingenua que sólo imbécilmente podría asumirse contestataria y crítica, máxime cuando es solapada por los dueños del consorcio departamental?
El mayor encubrimiento de la muestra no fueron sus “mensajes desenfadados” haciéndose pasar por activismo soft, sino el ¡abracadabra! mediante el cuál esta propuesta inocua devino replicante del orden social y defensora de lo subalterno. El uso de signos ajenos y antitéticos a la percepción subjetiva de la polis, por parte del autor, fue el verdadero encubrimiento. De otra manera no habría que cuestionar el hecho de que sus intervenciones públicas fuesen realizadas en colonias clasemedieras, en lugar de confrontar las zonas de conflagración más críticas de la ciudad (México y Morelia, p. e.): barrios bravos, asentamientos irregulares, periferias industrializadas y zonas fronterizas donde la marginación no se focaliza dialécticamente.

¿Función social del artista?
Habría que tener ciertas reservas al aplicar nociones como “crítica política”, “activismo” y “terrorismo poético” al discurso de Videoman indiscriminadamente. Primero porque sus trepidantes significados, en sociedades anestesiadas como la nuestra, han sido bastante vapuleados al ser caracterizados por el mundo del arte; y, segundo, porque el Soft-Art, representante del status quo de las clases acomodadas no ilustradas, puede repeler y repelar de las manifestaciones que atentan contra sus cánones estéticos y conquistas coolturales o apropiárselas con bandera apócrifa.
No es factible, entonces, hablar aquí de la función social del arte como deseaba Apollinaire, cuando demandaba a los artistas “renovar sin cesar el aspecto que adquiere la naturaleza a los ojos de los hombres”, porque la propuesta de Videoman se fundamenta en apariencias de la realidad social y pretende formular desde ahí un activismo artístico que a mi parecer es relajado y deshonesto de origen.

Doble negación
Otra cara del encubrimiento se da al aforar y forzar la presunta acción contestataria al interior del museo: la pieza deja de ser un corpus de signos incómodos-altisonantes y se convierte en fetiche arqueológico. Doble negación porque el museo neutraliza la disidencia al resignificar las obras que acoge y porque si éstas son neutras y/o de contenido político relajado, acudimos al deplorable espectáculo de la contemplación estéril.
Cabe aquí una consideración sobre las exposiciones en los museos de arte contemporáneo, cada vez menos distinguibles de las catas de vino: espacios para la degustación. Otra consideración sobre el uso del presupuesto destinado a las artes visuales en la Secretaría de Cultura: no se cultivan públicos con espectáculos banales disfrazados de exposiciones de arte emergente. Parecen no comprender que su labor debe gestarse a partir de diagnósticos regionales para lograr insertar de manera congruente lo global en lo local y reconocer las auténticas prioridades en materia de educación, difusión y promoción del arte y la cultura en el estado. Dejar de apostar en las carreras al elefante blanco del turismo cultural y entablar el diálogo laboral que Michoacán viene exigiendo desde hace tiempo, puede ser una alternativa.

Josafat Pérez V.
Publicado en Revés el mes pasado.

Próximamente un colapso de generos y degeneraciones propias pulularán por estas avenidas harto abandonadas. Hasta entonces, hasta pronto.

Será nuestra dispersión causante de la debacle... o el mutismo, la sordera, el simulacro de un pequeño sequito de manchas ambulantes por la ciudad. Será pálida horfandad entrando de madrugada por la puerta de nuestro despertar tardoperezoso, y para entonces la fiesta habrá acabado.